Guy Montag, el protagonista de la novela Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, es uno de los grandes personajes rebeldes de la literatura universal. Su rebeldía evoluciona a lo largo del relato hasta dar paso a un actuar resiliente y esperanzador a través del ejercicio del pensamiento crítico y la memoria.
La historia se inicia en un mundo deshumanizado y hedonista, donde un régimen totalitario controla con mano férrea a una población embobada por la tecnología. Los libros están prohibidos, ya que son considerados fuente de infelicidad con sus “teorías y pensamientos contradictorios” y deben ser destruidos. Quemar libros es el trabajo de Montag y él es feliz en su tarea. O al menos cree serlo, hasta que conoce a Clarisse, una joven que, a diferencia del resto, casi no mira las pantallas, sabe de historia, le gusta ver las puestas de sol y reflexionar.
Clarisse hace preguntas que nadie hace, porque en ese mundo atontado por la entretención fácil nadie pregunta nada. “¿Eres feliz?” le plantea a Montag, y él se da cuenta de que no lo es, que le perturba la violencia, la estupidez y el egoísmo que lo rodea y lo conmociona ver que haya personas dispuestas a morir quemadas junto a sus libros. Surge la duda, su curiosidad despierta, comienza a leer. Se rebela.
Al igual que “El hombre rebelde” que describe Albert Camus en su obra homónima de 1951, Montag “dice no”, un no que “afirma la existencia de una frontera” que el intruso, en este caso el censurador, ha sobrepasado. Pero tal como postula Camus, el rebelde, al mismo tiempo que dice no, afirma una convicción, dice sí. En el caso de Montag, es un sí al pensamiento crítico, a decidir por sí mismo. Esa será su lucha. Conocer, entender, razonar, analizar sin prejuicios y decidir de manera informada e independiente; en eso consiste el “valor” que identifica Montag, esa “adhesión (entera o instantánea del hombre) a cierta parte de sí mismo” que describe Camus, por la que el protagonista decide jugarse.
Montag no quiere ser como el sabueso mecánico asesino, que “piensa lo que queremos que piense”, pero su rebeldía inicial es impulsiva y termina fugitivo y derrotado. Será con el sabio Granger y los rebeldes en el exilio que aprenderá que la rebeldía de la razón y el pensamiento crítico consiste precisamente en ejercer esas facultades. Ellos se rebelan razonando, recordando. Cada uno aprende de memoria un libro y esperan. Evitan despertar la ira de nadie “porque si somos destruidos, muere el conocimiento, quizás para siempre”. Saben que la gente tarde o temprano se preguntará por qué el mundo colapsó -tal como ocurre en la novela- y ahí estará el conocimiento esperándolos para rehacer una sociedad más humana.
La profunda convicción de Montag en la capacidad del ser humano de pensar, recordar y decidir por sí mismo alimenta su resiliencia a lo largo de todo el relato. El ex bombero resiste todos los embates porque cree firmemente en lo anterior, pero es particularmente en su encuentro con Granger y los intelectuales del bosque que memorizan libros y razonan, cuando su resiliencia adquiere un protagonismo esperanzador; su actuar se vuelve constructivo y se abre la posibilidad de crear un mundo mejor.
Publicada en 1953, hoy sigue resonando con fuerza la advertencia de esta obra sobre los efectos de una sociedad que deja de pensar de manera crítica, racional e informada. No hay que olvidar que la distopía (mundo opuesto a lo ideal) que describe Bradbury no fue impuesta desde un comienzo por un estado opresor, sino que fue auto infligida por la propia sociedad que describe la novela. Fascinada por la entretención banal que le brindaba la tecnología, la gente dejó de leer, de informarse, de razonar y el estado aprovechó la docilidad de una población sin pensamiento crítico para controlarla y oprimirla.
“Fahrenheit 451” fue llevada al cine en 1966, por François Truffaut, y en 2018, por Ramin Bahrani y se puede ver en HBO.