Giovanna Ribes es una mujer comprometida. Con el cine, con la educación, con lo social y con su condición de mujer. Filóloga, guionista, profesora, directora y productora, Giovanna es de esas mujeres que nos hacen pensar en una profesional de múltiples aristas, casi inabarcable, inversamente proporcional a la humildad que trasunta.
Artista audiovisual y productora valenciana con una vasta experiencia en el mundo del video arte, el cine documental y de ficción. Giovanna es miembro de CIMA (Asociación de Mujeres cineastas y del Medio Audiovisual), la EWA (European Women Association), EDN (European Documentary Network), DeA (Dones en Art) y de la Academia de las Artes y la Ciencias Cinematográficas de España. Es también Directora del Festival Internacional Dona i Cinema – Woman & Film, Presidenta de PAV (Associació Productores Valencianes) y Vice Presidenta de Mostra Viva. Sus últimas producciones como directora: La Familia (Dementia) y Un Suave Olor a Canela han sido reconocidas internacionalmente.
En el guión de La torre de Babel tocas el tema de la inmigración y de los problemas emocionales que la sensación de desarraigo puede generar en una persona o en un colectivo. ¿Qué motivación personal te lleva a dirigir una película sobre este asunto de plena actualidad en Europa?
Mis padres emigraron a Suiza cuando yo tenía apenas 2 años y mi hermano casi 9, dejándonos en España con mis abuelos. Recuerdo la desolación, la angustia del abandono, y la búsqueda desesperada del rostro de mi madre entre las multitudes.
Nos volvimos a reunir un par de años después. Viajé con mi abuela en lo que llamaban el tren borreguero que partía desde Andalucía con las personas que trabajaban en la vendimia. Un trayecto largo, pero lleno de canciones y víveres compartidos, y bailando twist entre los bancos de madera. Todo fue feliz hasta llegar a Port-Bou (Cataluña), donde el tren tenía que cambiar de vías por las diferencias de grosor. Ahí fue el primer “cacheo”. Colas inmensas de personas cansadas y con miedo en sus caras. Y un nuevo tren, más ordenado, pero gris, hasta la llegada a la estación de Ginebra.
Recuerdo rostros expectantes tras una verja, entre ellos, el de mi madre. Eché a correr hacía ella, gritando “mamá”, pero un par de pastores alemanes pegados a unos policías fronterizos me impidieron el paso. Yo lloraba, mi madre también, mientras mi abuela gritaba. Finalmente, una monjita española habló con los policías y permitieron que mi madre se pusiera entre la malla de un modo tal, que su niña pudiera estar aún fuera de territorio suizo pero cogiéndola. Yo la cogía de su pierna mientras ella apoyaba su mano sobre mi cabeza.
En Suiza, los emigrantes españoles generalmente no se juntaban por ideología, creencia u origen y raramente se hablaban entre ellos. A veces preferían tener un amigo suizo y hablar en un mal francés, incluso negar rotundamente que eran españoles, en un afán de no ser distintos, de diluirse en la nueva cultura y de sentirse aceptados.
Yo era rubia y alta y, por lo tanto, siempre pensaban que era de origen nórdico y así me libraba de las malas caras en el bus, pero cuando descubrían que era española – a pesar de mi altura-, me convertía en “la petite espagnole”.
Ya adulta y de vuelta en España, durante una hermosa puesta de sol de invierno. Al pasar por un edificio en construcción, el contra del ocaso sobre los trabajadores soldando las vigas me hizo pensar en una torre de Babel. Y así surgió la película.
Como cineasta sueles tocar temas muy sensibles: inmigración, enfermedad, personajes enmarcados en un entorno en que les cuesta encajar, o que deciden aislarse para no afrontar la realidad. Sin embargo, tus películas no transmiten pesimismo o drama gratuito. ¿Refleja eso tu forma de concebir la vida?
Como colonia global con algunos miles de años, me da la sensación de un fatum eterno, en donde el ser humano siempre está comenzando, como si nunca madurara. Creemos que sólo nos pasa a nosotros aquello que nos pasa. Nos pasamos la vida auto definiéndonos, los buenos, los malos, los listos, los tontos, etc., y definiendo al resto desde la diferencia, con el/la, otro/otra. Casi nunca nos paramos a pensar cuáles son las circunstancias que hizo y hace que cada cual actúe de éste u otro modo.
Creo que para poder sobrevivir en este contexto, yo hice el ejercicio de detenerme en por qué el/la, otro/a toma tal decisión y no aquella diferente, qué es lo que le disgusta, cuáles son las causas de su rabia, y así sobre todo entender el comportamiento. Reflexionando de esta manera, yo me encontré como ser humano, descubrí mis verdades y mis encubrimientos. Y entonces, dejé de creer: en todo y en nada. Eso me da una extraña capacidad de no sorpresa. Me desproveo de cuentos de hadas y acepto la realidad cruda al mismo tiempo que me maravillo de la belleza misma de cada instante de vida. Eso sí, con una voluntad férrea de seguir luchando por un futuro mejor. ¿Y qué significa eso para mí? Un crecimiento más espiritual, un real avance. Sin eso, pienso, continuaremos en la sombra de la violencia, y con ella perderemos el control, quedando a merced de los maniqueos.
Eres una mujer que celebra su origen valenciano pero al mismo tiempo eres muy cosmopolita: desde tu nombre italiano, pasando porque eres políglota, viajera y abierta al mundo y llegando a los temas que tocas y a los equipos con los que trabajas. ¿De qué manera te enriquece eso como creadora?
Llego a Marruecos y encuentro azahar, llego a Bolivia y encuentro chumberas, en Nueva York admiro sus cielos, en Suiza recojo rebollones, en Chile como empanadas, en Alemania tomo aguardiente. Y todo eso lo tomo en mi pueblo también, y las personas tienen las mismas necesidades básicas, y aman, y odian, y se pelean por la tierra. Y observo y doy gracias a los cielos por haber podido vivir y viajar a otros lugares y de saber algún idioma y de comunicarme más allá de las palabras. Así que cuando “vuelvo a casa”, la reivindico como esa amalgama de diferentes pueblos que la forman, bañada como el Mediterráneo lo ha hecho siempre. Y me doy cuenta que seguramente siendo valenciana también seré un poco árabe, un poco judía, un poco francesa-catara, un poco italiana del sur, incluso puede que hasta gitana húngara. ¿Cómo no puede todo esto enriquecernos?
¿Crees en el poder catártico de las artes? Es decir, ¿pueden a tu juicio funcionar como un atenuante de situaciones y procesos dolorosos en el individuo?
El arte es purificador. No conozco a ningún artista que a través de su obra no ejerza ese poder catártico. Y en mi caso, es así. Cada proyecto que emprendo no surge de un tema general, surge de algo que me ronda y que necesito “reflexionar”, y así, reflexionando, todo empieza a adquirir forma y la idea se gesta. Ya sea en ficción, documental, videoarte, fotografía o poema, me gusta compartir esa idea con los demás para poder “reflexionar” sobre cosas que nos suceden y que quizás no nos hemos atrevido a poner sobre la mesa por miedos absurdos.
Eso catártico, lo puedes sentir en el cine o en el teatro. En ese silencio absoluto roto por un sollozo o una risa, y en esos comentarios personales después del acto conjunto, cuando los espectadores se atreven a ponerse a sí mismos como ejemplos “esto me pasó a mí cuando…..”.
Pese al surgimiento de diferentes plataformas de streaming y a voces agoreras que han decretado el final del cine incluso desde el nacimiento de la TV, éste se mantiene en pie. ¿Crees que el cine español goza de buena salud?
Para mí, el cine español goza de muy buena salud. Cientos de películas se hacen todos los años de las que desgraciadamente vemos muy pocas. Lo que falta es mucha visibilidad, apoyo a exhibidores para que haya un alto porcentaje de producción local en cartelera y también abrir las puertas a otro tipo de cine, que existan salas que ofrezcan una variedad respecto al “mainstream”. Hay demasiado pocos espacios así, para ver esas creaciones que son a mi parecer altamente interesantes y luego muy queridas por el público.
Ir al cine es un acto social, algo que no puedes hacer en tu casa. Te obliga a hablar con tu amigo/a, a decidir a qué película ir, quizás cenar antes o después o merendar, salir de casa, pasear, debatir después de ver la proyección, incluso a cabrearte con alguien de la fila.
El cine sigue siendo una de las artes con mayor capacidad de convocatoria, ¿Crees en su capacidad de contribuir a cambios sociales?
¿Se lo preguntamos a Ken Loach? Por supuesto que es detonador de cambios sociales, pero, para bien y para mal.
El espectador aprende de lo que ve. Si asistes a una película de vaqueros, es poco probable que vayas a investigar sobre la historia de la época. En general, te crees lo que te muestran. Hasta hace poco las de vaqueros nos decían que eran los indios quienes cortaban cabelleras. Valores morales blancos patriarcales heterosexuales. Valores que continúan en las películas estándar y que van haciendo “un poso” muy fuerte en la estructura social, por ejemplo.
Dada esa influencia enorme, hay una gran responsabilidad en lo qué se cuenta y cómo se cuenta.
¿Sabemos de tu amplia experiencia en el documental? ¿Cuáles son los temas que más te interesan dentro de ese género?
Me interesan todos los temas, dependiendo de cómo sean tratados y cuál es la búsqueda allí expresada. Quizás, los que menos me interesan son los argumentos de mafiosos, espías o cosas de batallitas de barrio que no profundizan en el horror de esa existencia, sino que hacen de los personajes: prototipos.
¿Nos puedes contar cuáles son tus próximos proyectos?
Me gustaría escribir cuentos y poemas. Los tengo aparcados desde que me dediqué a hacer cine y tengo muchas ganas de volver a esa soledad acompañada de personajes imaginarios y palabras que flotan en el aire y caen con desorden aparente sobre el papel.
¿A qué recurres o qué haces cuando te sientes aislada o sientes que te vence el desasosiego?
A la esencia misma.
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1 comentario en «Giovanna Ribes: CONTRA EL FATUM ETERNO»
tan pura esencia como lo eres. Maravillosa Giovanna