Edición Europa

2022 número 1

Teatro

Zuicio a una Zorra

Juicio a una zorra

HELENA NO ES DE TROYA

La mujer más bella del mundo, la hija de Zeus, causante de la guerra más famosa de la Antigüedad; conocida como Helena de Troya, no como Helena de Esparta, su tierra de origen, ya su nombre ilustra una vida de continuos desarraigos.

Por todos es sabida su fuga con el príncipe Paris, un viaje movido por el amor y el deseo, sin embargo, la Helena recreada por el dramaturgo y director Miguel del Arco e interpretada en diferentes escenarios por la actriz Carmen Machi, ha sabido de destierros desde mucho antes. Su propia condición de hija de un dios y una mortal, la deja desde la cuna en tierra de nadie. ¿A qué patria pertenece? ¿A la de los dioses? ¿A la de los humanos?

La acción se sitúa en un decadente tugurio, rodeando a la protagonista de testigos anónimos que la oyen con indiferencia, sin asomo de empatía, ni siquiera de curiosidad, reforzando la profunda carencia de la reina: no tiene una comunidad que la integre. 

Tal como Helena, muchas personas habitamos en una o más ciudades, pero sin formar parte de ninguna. El crecimiento de nuestras urbes, la despersonalización de los barrios de las grandes capitales y centros turísticos nos pone en una situación emocional muy similar a la de esta heroína,nos generan la sensación de extrañamiento y de no pertenencia, que resquebraja nuestra identidad.

A su vez, la protagonista nos relata cómo ha atraído sobre sí incontables juicios en los lugares donde ha vivido. Ha sido objeto de deseo y moneda de cambio en el ajedrez del poder; considerada trofeo y tesoro a rescatar; usada como detonante para una cruenta guerra. Todas estas premisas tienen algo en común: la negación de la persona, de la mujer que siente y experimenta. Otra condición habitual de nuestra época.

La negación del otro y convertirlo en el repositorio de nuestros juicios, sean favorables o condenatorios, también acelera el proceso de debilitamiento de nuestras comunidades, lo que a su vez nos deja indefensos, no sólo a aquellos a quienes enjuiciamos, también a quienes sentenciamos.

Helena pierde sus raíces. Nuestras ciudades y sus habitantes pierden sus raíces. Nuestras comunidades se van resintiendo sin estos necesarios anclajes, sin los lazos que unen a los vecinos. Si la comunidad se quebranta, aun sin migrar, nos vamos sintiendo extraños, despersonalizados, solos.

El veredicto al que nos interpela la protagonista, dejándonos en el incómodo lugar del juez, no es sobre su culpabilidad en los sucesos que se le achacan, sino sobre nuestro lugar en la construcción de la comunidad y el rol que elegimos en ésta.

Juicio a una zorra, Miguel del Arco, Ediciones Antígona.

 


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