A raíz de la retrospectiva dedicada a la fotógrafa Mey Rahola (1897-1959) en el Museo Nacional de Arte de Cataluña (MNAC), es oportuno hacerse eco de algunos criterios sociológicos sobre su material fotográfico. El realismo de Rahola, apelando a lo cotidiano, nos ayuda a comprender sus vivencias personales -pero a la vez colectivas-, con una mirada feminista y emancipadora para la época. Rahola fue reconocida durante la II República como un referente de la mujer moderna, aunque pocos años más tarde y, como consecuencia del golpe de Estado, su destino truncó su carrera y le obligó a un exilio forzoso en Francia.
Sin embargo, su repertorio fotográfico traspasa la dimensión de la expatriación personal y familiar. Justamente, antes de emprender este viaje al exilio, Rahola reflejó en tiempos de paz dos mundos que, desde un punto de vista sociológico, resultan antagónicos: el retrato de mujeres haciendo deporte en Cadaqués, en el que ella se enmarca, contrasta con la pobreza del chabolismo en el que vivían las otras mujeres, las gitanas. Las primeras formaban parte, seguramente, de una élite acomodada que, al huir al exilio, no experimentaron las mismas miserias, dificultades y rechazo al recién llegado, tal y como evidencia la propia fotógrafa durante su estancia en Lyon. Por el contrario, las segundas, vulneradas de derechos a lo largo de la Historia por su doble condición de mujeres y gitanas, ilustran el fenómeno de la exclusión social. Perseguidas como comunidad, se han visto abocadas a experimentar procesos migratorios, sin que se les reconociera su estatus de refugiadas.
Sin embargo, en este sentido hay algo que une a ambos colectivos de mujeres: todas ellas fueron tratadas como inmigrantes económicas, dando invisibilidad a sus situaciones reales como exiliadas -en el caso de las primeras- y asiladas -en el segundo supuesto, de víctimas de persecución o amenaza grave.
Por lo general, el concepto de movilidades humanas agrupa diferentes categorías en función de si son de naturaleza “forzada” o “voluntaria”. En el caso de las primeras encontramos a los “refugiados”, a los “desplazados” y a los “exiliados políticos” y se las califica de forzadas, porque incluyen a todas aquellas personas víctimas de una persecución o amenaza grave que pone en peligro sus vidas. El perfil de los refugiados se corresponde, por tanto, a ciudadanos que sufren la violencia -a menudo institucional- por razones religiosas, étnicas, de identidad nacional, de orientación sexual o relacionada con la libertad de expresión, que se les niega; a menudo las víctimas recurren a terceros países para pedir el conocido derecho de asilo. El procedimiento más común adoptado por los países receptores es ubicarlos en campamentos, normalmente levantados cerca de la zona fronteriza para evitar la percepción de que se les deja entrar al país y dar la sensación de provisionalidad. Lamentablemente, esta previsión de “temporalidad”, en realidad, se transforma en un fenómeno enquistado y duradero, que lejos de resolver el problema de fondo, crea uno nuevo, una especie de gueto.
Por otra parte, dentro de las movilidades “forzadas” encontramos a los exiliados políticos, que también se ven obligados a expatriarse contra su voluntad por significarse políticamente en su país. No siempre se les reconoce como víctimas en el nuevo Estado en el que se asientan; en lugar de acogerlos, se trata como inmigrantes de carácter económico, como fue el caso de la mayoría de los catalanes exiliados en Francia.
Es curioso cómo el fenómeno migratorio es considerado una movilidad “voluntaria”, en contraposición a las categorías anteriores. Sin embargo, teniendo en cuenta que hoy la mayor parte de la inmigración se explica por causas estrictamente económicas y de mejora legítima de su calidad de vida, se pone de manifiesto la existencia de criterios ideológicos que se esconden detrás de cualquier clasificación y definición conceptual. Sólo así podemos entender por qué, institucionalmente, se ha decidido percibir todos los movimientos migratorios como actos voluntarios.
La exposición Mey Rahola, la nueva fotógrafa se podrá visitar hasta el 22 de junio del 2023.
Museo de Arte de Catalunya, MNAC.
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