Las relaciones y conflictos familiares han sido tema en el cine desde siempre. ¿Y cómo no? Es la materia prima de la vida y de nuestro desarrollo, por lo que se espera que estos temas evoquen en el espectador emociones y reflexiones que con frecuencia rozarán lo personal o “familiar”.
Desconcierta, The Family (“Una familia peligrosa”) – con Robert De Niro y Michelle Pfeiffer -, ya que cuesta ubicarla en un género y hasta descubrir su propósito. Para ser comedia le falta gracia, para ser películas de mafiosos, le falta credibilidad y drama. A pesar de tratarse de una familia, que en régimen de protección, debe emigrar y acomodar sus costumbres a una nueva vida, la película no alcanza a rozar la dimensión de las relaciones familiares en contexto de adaptación. Y en contenido sicológico, casi no aparece el mundo interno de los personajes.
AGOSTO (Meryl Streep, Julia Roberts, Ewan McGregore) en cambio, abordan definitivamente los vínculos familiares. En una casa oscura y sofocante, se reúnen tres hijas adultas, su madre enferma de cáncer y adicta a los tranquilizantes, un padre desaparecido, y otros personajes interesantes. La historia muestra una familia compleja y disfuncional, dejando a la vista la amargura – explícita o implícita – de sus miembros y la violencia de los vínculos entre ellos.
Cada una de estas hijas muestra distintas formas de sobrevivir a una familia de origen tan disfuncional y a una madre maltratadora. Una de ellas, intenta formar una familia propia y autónoma, lejos de los orígenes, pero por lejos que se vaya, y por más esfuerzos que haga, no logra desvincularse, dejar de hacerse cargo, y llevar el peso de la historia. Otra, se queda en casa para acompañar y cuidar a estos padres, postergando un proyecto personal, y posteriormente viviendo en secreto un amor prohibido. La menor se refugia en la disociación a través de una vida frívola, liviana y risueña, negando sus propios abandonos. Esto nos lleva de vuelta a la proposición de que la elaboración de las dificultades vividas en la familia de origen y la diferenciación respecto de la misma, no dependen de la distancia física, ni del “corte emocional”, sino de un trabajo personal que implica mirar esa historia, su dolor, y buscar un sentido que permita el despegue para la evolución personal y de las nuevas generaciones.